“Toda mi vida he estado haciendo soporopos para preservar la memoria histórica de Chile, porque siento que es el motivo de mi vida y quiero seguir haciéndolo, para que todo el mundo conozca esta historia”, explica visiblemente emocionada Marcela Andrades, al presentar su trabajo en el marco del encuentro “Ciudadanía y derechos culturales: Soporopos, patrimonio de las infancias en Chile”, que se desarrolló en el Espacio de Artesanías de Chile del Centro Cultural La Moneda.
La educadora de párvulos y directora del Jardín Infantil “Los Cisnes” de Puerto Natales, en la región de Magallanes, realizó un taller con profesionales del área para no solo dar a conocer su trabajo, sino que llevarlo a la práctica, para que esta labor se difunda y su significado no desaparezca.
La actividad se llevó a cabo en el contexto de Día Internacional de los Derechos de niñas, niños y adolescentes y el mes de la Educación Parvularia. Fue organizado por la Fundación Artesanías de Chile en conjunto con la Subsecretaría de Educación Parvularia.
Tuvo como objetivo promover la reflexión en espacios educativos sobre memoria, ciudadanía y primeras infancias a partir de la puesta en valor del ejercicio de los derechos culturales. En este contexto, las prácticas artesanales aparecen con un rol vehicular y comunicativo, ya que permiten construir puentes entre pasado y presente, y proyectar posibilidades concretas para la construcción de patrimonios con sentido y significado.
En el encuentro participaron la subsecretaria de Educación Parvularia, Claudia Lagos; la vicepresidenta ejecutiva de Junji, Daniela Triviño; la directora ejecutiva de Fundación Artesanías de Chile, Lesly Palacios y la profesional del Departamento de Educación Integral de la División de Políticas Educativas de la Subsecretaría de Educación Parvularia, Pamela Maturana.
“Los niños nacen y se insertan en la cultura. Y desde la educación inicial propiciamos esa inserción, vamos de alguna manera modulando distintas formas de vivir que se construyen en el presente y se proyectan al futuro, pero sobre todo formas de vivir que tienen que ver con lo que somos capaces de recuperar y de reconocer de nuestras tradiciones. Entonces estas instancias de preservación de nuestra cultura son tremendamente relevantes porque son a partir de las cuales los niños y niñas se construyen como ciudadanos”, explicó la subsecretaria de educación Claudia Lagos.
Los soporopos son pequeños muñecos de trapo que prisioneras políticas, de los centros de detención Tres y Cuatro Álamos, realizaron con retazos de ropa para enviar a sus hijos e hijas durante su reclusión forzada, esperando hacerse presentes de manera simbólica en sus familias y hogares.
Son figuras rellenas de afectos y narraciones que terminaron formando parte de la historia de este país, pues fueron utilizados para ocultar información crucial respecto de los hechos que se suscitaron durante el período de dictadura en Chile.
Considerados “Patrimonio de las infancias en el país”, son un recordatorio del amor filial entre una madre y sus hijos o hijas, así como también un llamado a la fraternidad y la solidaridad entre las personas. Representan la necesidad de habitar una vida afectiva “extramuros”, manteniendo vivas y resguardadas las esperanzas de reencuentro con los afectos, que las injusticias cotidianas del presidio político en un régimen autoritario intentaron socavar.
Hace 20 años que Marcela Andrades realiza esta actividad, la que hoy comparte con otras directoras y encargadas de unidades educativas, educadoras y técnicas en párvulos, quienes pueden replicarlas como un espacio reflexivo que permita, a quienes participan, dar cuerpo a la educación parvularia, y puedan viajar en el tiempo para reencontrarse con esa infancia creadora, comunicadora, testigo y protagonista de una historia que puede ser contada.
“Claramente nuestra tarea es y siempre ha sido educar para la paz, como una forma de resolver los conflictos de la mejor manera posible y para poder educar a nuestros niños y niñas con una mirada reflexiva y de respeto”, finaliza Andrades.