Con la finalidad de dar cumplimento a nuestra misión institucional, la Junji logró dar un paso crucial en la tarea de avanzar en el resguardo de la calidad y equidad educativa: la creación del Referente Curricular.
Desde esta perspectiva, este referente ha asumido la educación inclusiva como un sello principal de calidad, que entiende el jardín infantil como una comunidad educativa que acoge y se dispone para incluir a todos los niños y niñas, independiente de sus características y condiciones individuales, evitando la exclusión y discriminación.
Dentro de este marco, se integra el enfoque de género y buen trato. Una Educación Inicial de calidad considera las diferencias entre niños y niñas, como un recurso de participación y apoyo para el juego, el aprendizaje, la relación, el desarrollo y el despliegue de valores y potencialidades.
Las diferencias de género requieren ser visualizadas. En la medida que educadoras/es y técnicas/os identifiquen y analicen su impacto en el desarrollo de las personas y en la construcción de la sociedad, ayudarán a desarrollar un espíritu de pertenencia y de bienestar emocional y relacional, clima ideal para generar aprendizajes con sentido y significado al interior de los jardines infantiles.
Abordar el enfoque de género en la educación parvularia, implica relevar su rol como un instrumento de transformación social, que ayude a reconocer los prejuicios y discriminaciones injustas, que históricamente han marcado diferencias en la forma de mirar y tratar a mujeres y hombres, fomentando desde etapas tempranas, modelos tendientes a que niños y niñas desarrollen sus potencialidades en base a su propia particularidad integral
Aunque podría pensarse que no existe una línea divisoria clara entre el sexo y el género, sí podemos reconocer entre ambos conceptos una distinción crítica entre: una organización biológica conforme a una diferenciación sexual basal de las personas – binomio hombre/mujer – y, la expresión de las diferencias sustantivas entre sexos, mediada por el rol social de un individuo – femenino/masculino -, en cuanto gobernado por las normas culturales, sociales e históricas consideradas apropiadas para quienes integran dicho rol.
Los sexos masculino y femenino están relacionados con gamas diferentes de aptitudes y disposiciones. Sin embargo, aunque existan rasgos que pudiesen ser más distintivos de un sexo que del otro, es deseable que estos rasgos sean integrados al rol social del otro sexo. El rol social del hombre y de la mujer no debiese definirse en base a prejuicios o un estereotipo estrecho de lo masculino y lo femenino.
En este escenario, educadores/as y técnicos/as son agentes socializadores y modelos que tienen un rol clave en la implementación de cambios culturales, sobre todo si intervienen en etapas tempranas y vulnerables del desarrollo de niños y niñas. Como formadoras, cuentan con la posibilidad de colaborar en la tarea de reducir las diferencias y de generar igualdad de oportunidades educativas para niños y niñas.